Desarrollo
Emocional de las personas con Síndrome de Down
Individuos diferentes, pero no tanto.
Para una persona con Síndrome de
Down es difícil pasar inadvertido. Su sólo fenotipo particular (ojos rasgados,
puente nasal ancho y bajo, talla baja, orejas de implantación baja, etc.) ya lo
hace ser visto como un individuo "distinto" por la sociedad.
El tener un cromosoma extra
determina cambios a nivel de la estructura cerebral, con la subsiguiente
discapacidad intelectual. Para el caso de las personas con Síndrome de Down la
manifestación más común en ésta área incluye el compromiso intelectual, el cual
se manifiesta desde el simple retraso madurativo hasta un retraso mental
severo.
La inteligencia emocional es un
concepto utilizado para describir la habilidad para manejar sentimientos y
emociones propias y de terceros; discriminar entre ellos, y utilizar la
información recibida para guiar el pensamiento y la acción. Dentro de este tipo
de inteligencia se encuentran las habilidades emocionales y sociales de los
individuos, las que juegan un papel determinante en la forma como éstos se
enfrentan al mundo.
Las personas con Síndrome de Down
pueden desarrollar una inteligencia emocional de manera similar a aquellas no
afectadas por esta condición, salvo que su aprendizaje es más lento que el de
sus pares. En este sentido y con una perspectiva más integral, no es exacto
argumentar que las personas con Síndrome de Down tienen una "deficiencia
mental", considerando que sus carencias son de tipo cognitivo y no
afectivo.
Habilidades Emocionales:
Las emociones son "estados del sujeto" que nos mueven a conseguir objetivos en la vida. Sabemos que no podemos estar "sin sentir algo", pero para que las emociones existan como tal requieren ser comunicadas. Esta última característica es determinante en las personas con Síndrome de Down.
Las emociones son "estados del sujeto" que nos mueven a conseguir objetivos en la vida. Sabemos que no podemos estar "sin sentir algo", pero para que las emociones existan como tal requieren ser comunicadas. Esta última característica es determinante en las personas con Síndrome de Down.
El área del lenguaje, en especial
aquella referida al lenguaje expresivo, es una de las más comprometidas en esta
patología. Su consecuencia inmediata es la necesidad de "aprender" a
comunicar, una habilidad que a diferencia de sus pares, las personas con
Síndrome de Down no adquieren en forma espontánea.
Desde el punto de vista más formal un
individuo con Síndrome de Down vive los afectos con igual o mayor intensidad
que una persona no afectada y los distorsionan menos, sí presentan dificultades
en la comunicación lingüística de éstas y en la regulación e inhibición de sus
conductas.
Síndrome de Down. Área mocional-afectiva: de 0 a 6 años.
Educación Emocional
SÍNDROME DE DOWN: TODO UN MUNDO DE EMOCIONES
La actividad formativa global
dirigida hacia los colectivos de niños y jóvenes con síndrome de Down ha de
incluir contenidos más amplios que los académicos, que se dirijan a aquellos
aspectos que en los colegios habitualmente no se abordan, si se pretende proporcionar
una educación integral, integrada, e integradora: habilidades sociales,
habilidades de autonomía personal, entrenamiento para el control de la
conducta, habilidades de orden socio-afectivo-sexual y educación emocional.
Se ha de tener en cuenta que
determinados aspectos fundamentales para la adaptación personal y social son
enseñados de forma natural en el entorno familiar y los hijos sin discapacidad
los adquieren habitualmente de forma espontánea, sin darse cuenta. Sin embargo,
los niños con síndrome de Down no lo harán o lo harán de forma inadecuada si no
se utilizan con ellos programas adaptados a sus peculiaridades.
Las dos hipótesis de trabajo que
sustentan toda la presentación son las siguientes:
1.- Las personas con síndrome de
Down tienen una vida emocional tan rica como las demás personas.
2.- Es necesario aplicar
programas de educación emocional a las personas con síndrome de Down para
proporcionarles una formación integral.
La educación emocional aborda,
por un lado, el conocimiento, el control y la capacidad de gestionar las
propias emociones de la forma más eficaz posible y, por otro, la comprensión de
las emociones de los demás y una actuación en sintonía con ellas, en lo que se
ha dado en denominar empatía. Ambas vertientes de intervención son
complementarias y confluyen en la formación emocional integral de la persona.
La riqueza de la vida emocional
de las personas con síndrome de Down queda reflejada, por ejemplo, en la enorme
variedad de personalidades y temperamentos que aparecen entre ellas y en la
“antena emocional” que poseen para captar el “ambiente afectivo” que se
respira, al menos entre los familiares y personas a las que les une un especial
cariño. Sin embargo, hay unos claros puntos débiles en el ámbito de los
sentimientos en quienes portan trisomía, que hacen imprescindible la aplicación
de programas de educación emocional. La dificultad para la comunicación
lingüística, las complicaciones para regular e inhibir las conductas, los
bloqueos, la baja autoestima, los soliloquios o la percepción de su propia
discapacidad, requieren de una intervención expresa.
“Si es paz lo que buscas, trata de cambiarte a ti mismo, no a los demás.
Es más
fácil calzarse unas zapatillas que alfombrar toda la tierra.
Anthony
de Mello
EL VALOR
DE UNA SONRISA
Una
sonrisa no cuesta nada y rinde mucho.
Enriquece
al que la recibe sin empobrecer al que la da.
No dura
más que un instante, pero, a veces, su recuerdo es eterno.
Nadie es
demasiado rico para prescindir de ella, nadie demasiado pobre para no
merecerla.
Es el
símbolo de la amistad, da reposo al cansado y anima al deprimido.
No puede
comprarse, ni dejarse, ni robarse, porque no tiene valor hasta que se da.
Y si
alguna vez encuentras a alguien que no sabe dar una sonrisa: sé generoso, dale
la tuya.
Porque
nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa como aquella persona que no sabe
darla a los demás.
GANDHI
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