SÍNDROME DE DOWN
ASPECTO SOCIAL
Cuando nace un niño con síndrome de Down se ha de pensar en él cómo en cualquier otro niño. Los niños que tienen síndrome de Down son seres humanos, que seguirán un proceso de desarrollo físico e intelectual con características propias y únicas, con un ritmo de crecimiento particular y con unas expectativas de futuro, como cualquier niño.
En distintas culturas se ha atribuido distintos significados al hecho que naciese un niño con disminuciones físicas o psíquicas. Se han entendido de distintas formas a los niños y a las personas adultas con discapacidad, y también las diferentes sociedades se han relacionado con ellos de diversas formas. El síndrome de Down despierta sentimientos de desconcierto, lástima, curiosidad, ternura, simpatía... Se trata de sentimientos normales, que es preciso comprender y aceptar, al igual que es preciso luchar contra determinadas actitudes negativas, derivadas en su mayor parte del desconocimiento.
No es difícil reconocer un niño con síndrome de Down, pero fácilmente se olvida que existen más similitudes que diferencias con los demás niños. Aunque presenten en común la apariencia física, los niños con síndrome de Down tienen algo más que un cromosoma 21 de más. Además de las características que pondrá de manifiesto el síndrome, cada niño hereda muchos rasgos de los padres. Normalmente se tiene la creencia de que son niños tranquilos y afectuosos, o que pueden ser agresivos, o que les gusta sobre todo la música, olvidando que cada niño con síndrome de Down tendrá su propio carácter e intereses. El niño nace con una información genética alterada, pero no tenemos que caer en la creencia que eso guiará por completo su desarrollo biológico.
La integración social y escolar de los niños con síndrome de Down: la integracion de estos niños en centros de educación ordinarios es una realidad. No hace muchos años la gente creía que los niños con síndrome de Down no podían ir a la escuela y serían incapaces de aprender a leer o escribir. Al cabo de unos años, la escolarización de estos niños está dando sus frutos, con resultados bastante satisfactorios. El proceso de integración escolar, incluyendo términos como normalización, ha sido posible gracias a una serie de factores que han proporcionado una nueva forma de entender la educación de las personas con discapacidad.
La adolescencia: la adolescencia de las personas con síndrome de Down constituye un periodo largo y arduo. Como en cualquier otro chico, este periodo está marcado por la inestabilidad, como consecuencia de dejar de ser niño para hacerse adulto. La forma de vestir, las aficiones, el fanatismo son los vehículos que sirven para canalizar sus inquietudes. Al final de la adolescencia, el joven debe haber alcanzado un sentimiento de individualidad relativamente estable. La persona con síndrome de Down también debe resolver los conflictos que le suscita el crecimiento puberal, probablemente no se planteará con la misma la intensidad las reflexiones y las luchas internas de otros adolescentes.
Es difícil saber el concepto y la vivencia de su discapacidad que puede llegar a elaborar un chico con síndrome de Down. Durante su infancia ha ido descubriendo sus peculiares y sucesivas dificultades en la realización o el dominio de situaciones, trabajos etc. Al principio de la adolescencia quizás ya empezará a relacionar estas dificultades con aspectos que hacen referencia al síndrome de Down. En ese momento hay que responder con claridad y sensibilidad.
Es difícil saber el concepto y la vivencia de su discapacidad que puede llegar a elaborar un chico con síndrome de Down. Durante su infancia ha ido descubriendo sus peculiares y sucesivas dificultades en la realización o el dominio de situaciones, trabajos etc. Al principio de la adolescencia quizás ya empezará a relacionar estas dificultades con aspectos que hacen referencia al síndrome de Down. En ese momento hay que responder con claridad y sensibilidad.
En
este periodo del desarrollo personal uno de los problemas que se presenta a la
familia es como canalizar la sexualidad de la persona con síndrome de Down. En
estos últimos años, se ha producido un importante cambio en la consideración y
la vivencia de la sexualidad, también se han ampliado los límites de tolerancia
y aceptación. La sexualidad se desarrolla de la misma forma en una persona con
o sin síndrome de Down. Por este motivo también debe aprender a conducir sus
propios impulsos y sentimientos.
Los Padres del niño con síndrome de Down: los mismos juegan un papel realmente importante
para el desarrollo de sus capacidades y la confianza que dicho niño vaya a tener al momento de enfrentar la sociedad. Los profesionales y especialistas no
pueden sustituirles en su función y responsabilidad, tampoco ninguna acción
terapéutica tendrá un efecto duradero si no se consigue su colaboración. Desde
el momento en que el médico comunica a los padres la sospecha de que su hijo
tiene síndrome de Down, con la confirmación posterior del diagnóstico mediante
análisis cromosómico, éstos empiezan a plantearse una multitud de cuestiones
relativas al futuro del niño, se les aparecen las imágenes confusas y
generalmente negativas de otras personas con discapacidad. La angustia y la
mezcla de sentimientos contradictorios respecto al hijo dificultan una relación
cálida y distendida entre ellos y también con el profesional que les atiende.
No es oportuno, es este momento, volcar sobre ellos un cúmulo de información
sobre el síndrome de Down que ellos no sabrán asimilar. Es mejor esperar que la
situación alcance una cierta estabilidad emocional y que los padres puedan ir
asumiendo y aceptando nuestra ayuda.
Como sociedad debemos entender que las respuesta del niño con síndrome de Down suelen ser mas lentas. Esa lentitud en sus nuevas adquisiciones, puede producir un
desencuentro entre la sociedad y el niño con síndrome de Down que, en ocasiones,
puede alterar las primeras relaciones. Es importante no generalizar, no se les
debe hablar de "estos niños", sino de su hijo, que aun presentando
todos los rasgos propios del síndrome de Down, será distinto a todos los demás,
porque no está escrito como será el futuro de ninguna persona con o sin
síndrome de Down.
No
hace muchos años, los niños y adultos con síndrome de Down permanecían en su
casa y sus posibilidades de aprender y conocer el mundo que les rodea se
limitaba a las referidas por los padres. La autonomía social de cualquier
persona se inicia en la infancia, por esa razón se les ha de educar en los
hábitos alimentarios, de higiene, etc., algo que se ha de reforzar en la
adolescencia. Es muy importante que en la adolescencia se amplíe la autonomía
personal a la vida en sociedad. Se les ha de dar facilidades para que aprendan
a situarse y circular por su barrio utilizando los servicios públicos, y que
puedan tener independencia de los padres y los hermanos. Otro aspecto complejo
de la autonomía social es la capacidad para desarrollar un círculo de amistades
sociales. Las personas con síndrome de Down también pueden seguir las modas
propias de su edad y tener aficiones diversas, la música, el cine, el deporte,
etc.
En
los últimos años se ha pasado desde una posición consistente en no hacer nada,
"porque estos niños no pueden", a hacerles practicar múltiples
actividades para que hagan el máximo, olvidando muchas veces lo que el niño con
síndrome de Down realmente puede y debe hacer. Suele ser difícil encontrar un
equilibrio, en parte por el desconocimiento de lo que es propio del síndrome y
de lo que se da en cualquier niño, y por esto es importante que los padres
consulten a los profesionales, que expongan las dudas que tienen respecto a la
salud y al comportamiento de su hijo, y que comprendan que es el propio niño el
que ha de marcar la pauta, con sus cualidades y limitaciones.
Incorporación al mundo laboral: Un aspecto importante de la integración social es la incorporación al mundo laboral en el trabajo
ordinario. La
experiencia demuestra que las personas que están trabajando en la empresa
ordinaria, no solo adquieren una serie de conocimientos técnicos del puesto de
trabajo, sino que también evolucionan en otras facetas de la vida. El hecho de
convivir con otras personas en el trabajo y tener que establecer un nuevo tipo
de relaciones favorece el crecimiento y la maduración personal. La integración
laboral exige una madurez personal y autonomía social, además de la
calificación profesional.
Una meta personal y social que han alcanzado las personas con
síndrome de Down:
Es el poder acceder a una vida autónoma en su propio hogar.
Esto refleja los cambios producidos en la concepción de disminución que tiene
la sociedad. El apoyo a este proyecto de vida implica respaldar la autonomía de
la persona con síndrome de Down. Los problemas propios de las familias, la edad
de los padres, los problemas de salud, etc. son motivos que han llevado a
pensar en alternativas de vivienda para la persona con discapacidad.
"Debemos crear consciencia y seguir incluyendo a la sociedad a estas personas que tienen los mismos derechos que cualquiera de nosotros"
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